martes, 28 de mayo de 2013

'The Hole': un cabaret atípico

Cuando voy al teatro intento, por todos los medios, evitar leer durante los días antes cualquier crítica o comentario que pueda influirme o contarme qué es lo ocurrirá. Así lo he hecho siempre, una manía supongo. Y así lo hice con 'The Hole'. Si soy sincera, conocía la obra/musical, conocía los actores y que la idea era de Paco León, a quién sigo en Twitter y quién, como es normal, ha trabajado mucho en su promoción.

Fui sin una idea preconcebida a este magnífico y sorprendente espectáculo pero, ahora, una vez que lo he visto si alguien me pregunta qué es 'The Hole', la verdad es que no sé qué responder. Es un musical atípico que junta una estética cabaretera con buena música, alucinantes espectáculos en el aire y desnudos. Ojo porque todo son cuerpos esculturales y lo peor que puedes hacer es comparar.

Los 'maestros de ceremonia' varían según la temporada, en esta ocasión era Pepa Charro, más conocida como 'La terremoto de Alcorcón' que, personalmente, me pareción que el papel le venía como anillo al dedo. La música corría a cargo de cuatro mayordomos con unas voces que dejan al público con la boca abierta. Cada uno con un tono de voz, cada uno realizaba un sonido a capela, cada uno cantaba una parte de la canción y el resultado era magnífico.

Además, al fondo del escenario, colocada dentro de unos gigantescos labios rojos, aparece una bola de tela roja (Almon) muy cercano al travesti que cobra especial protagonista con una de las canciones en las que demuestra el chorro de voz que parecía que no tenía. Las supernenas son dos chicas con todo su cuerpo bien colocado (van en tetas, por supuesto), que hacen auténticas maravillas en el aire colgadas de una tela: se enganchan entre ellas y, simplemente, vuelan sobre el público.

Mención especial, por supuesto a una espectacular bailarina rubia que entre la provocación y el burlesque. En una de sus apariciones juega en la oscuridad con su cuerpo mientras se desnuda y se se cubre de pintura fluorescente. Y, por supuesto, el gran Pony Loco, un patinador que esta todo el escenario prácticamente desnudo y del que te puedes esperar de todo, hasta el punto que mi acompañante acabó con él encima (y hasta aquí puedo leer). Por supuesto, falta el protagonista: el ratón. Tan amaestrado que se mantiene quieto sobre una mesa mientras mueve su larga cola.

Con la oferta de entradas que encontramos pudimos sentarnos por un precio no muy alto en la platea. Y, ¡bendita la hora! Las piruetas aéreas volaban sobre nosotros, teniendo una perspectiva que nunca antes había visto: te podías fijar en hasta el más mínimo detalle (mira como estira la espalda, mira como se le tensan los brazos...) Además, la platea no es la de un teatro al uso. En vez de butacas han colocado mesas de cuatro personas donde puedes, mientras ves el espectáculo, puedes pedir a los camareros una copa (no recomendable para estómagos sensibles) o picar algo de cena.

La escenografía así como los personajes fue lo que, quizás, más me impactó. Me quedaría con los cuatro mayordomos y con sus voces tan diferentes pero que sintonizan a la perfección. Aunque cada actor hace un papel digno de mención: desde los magníficos ejercicios aéreos hasta los increíbles cuerpos desnudos fruto de horas y horas de ejercio (conforme sales te dan ganas de apuntarte enseguida al gimnasio).

Quizás, por sacarle alguna pega, el hilo conductor me pareció flojo: historietas sueltas que de forma genial La Terremoto se encargó de unir pero que, para mi gusto, le faltaba argumento: demasiadas cosas sueltas cuando en verdad la historia 'real' gira en torno a la historia de amor con un ratón. Pero, sin dudarlo, si puedo algún día volveré a entrar en 'el agujero'.