jueves, 12 de abril de 2012

La escultura de ensueño de Robert Bruno


Los vecinos de Ransom Canyon, un pequeño pueblo situado en Lubbock (Texas) pudieron ver, durante más de 20 años, como el arquitecto Robert Bruno (Los Angeles, 1947-Lubbock, 2008) realizaba su particular vivienda-escultura realizada en acero. El proceso, que comenzó en 1974, fue largo y costoso, probablemente más de lo esperado por el propio artista, pero el duro trabajo más de 20 años después tuvo sus frutos aunque el artista no pudo disfrutar mucho de su sueño metálico ya que falleció en el año 2008.

Bruno, profesor en la universidad técnica de Texas, realizó esta particular casa llamada Steel House en una de las zonas más arduas del estado de Texas con más de 110 toneladas de acero. Lo que comenzó como una simple escultura con la que había soñado sobre plano, con el tiempo se ha convertido en un lugar de peregrinaje no sólo de amantes del mundo de la arquitectura sino también de los apasionados de la fotografía y del arte.

La vivienda, que reposa sobre cuatro patas de acero, está formada por dos habitaciones, un salón, un comedor, diversos baños y otra estancia, esta escultura está conformada ya no sólo por acero oxidado sacado de la chatarra sino también por vidrio para que la luz pudiera entrar de forma óptima en la vivienda.

Pero Bruno también se centró no sólo en el aspecto de su sueño convertido en realidad sino también en el espectacular interior de su proyecto ya que construyó, entre otros, una gran mesa de madera que le dio a la vivienda un aspecto más moderno, si cabe. Convirtiendolo, junto a sus vistas, es una auténtica obra maestra que da al visitante una gran sensación de amplitud.


Porque esta impresionante escultura del artista no sólo cambió el paisaje de esta zona de Texas sino que transformó en una especie de museo la vivienda en la que invirtió más de 30.000 dólares, según diversos medios norteamericanos. Convirtiendo sus recovecos en auténticas piezas de arte que unifican la arquitectura y la escultura transformando el lugar en un laberinto donde perderse, con unas vistas espectaculares que se pueden apreciar a través de sus enormes ventanales y cristaleras de colores.

Aquí, en su web, se pueden ver más imágenes sobre el proceso de construcción de esta maravillosa obra de arte.

miércoles, 21 de marzo de 2012

Un viaje en 'Cercanías'

Gracias a la galería Cànem descubrí en ARCO 2012 a Pilar Beltrán, una artista castellonense cuya obra 'Cercanías' se centra en los viajes en tren entre Castellón y Valencia. Quizás me llamó la atención porque, al fin y al cabo, es mi tierra o quizás porque en 'Cercanías', las imágenes se transforman en preciosas panorámicas de este trayecto de apenas una hora.


Los que viajamos en tren sabemos que hay muchos paisajes que sólo se pueden apreciar a través de las ventanillas. Por eso, Pilar Beltrán Lahoz (Castellón, 1969), ha transformado sus continuos trayectos entre ambas ciudades (en Castellón está su familia pero ella vive en Valencia) en el centro de su obra, que ya expuso en 2006 en la Sala Retiro.

Las imágenes se solapan, convirtiendo así las panorámicas en fotografías en movimiento que conforman un paisaje continuo, una forma de unir 'sus' lugares, una manera de mantenerse unida a sus inicios, a sus raíces.

Pero la obra de esta artista castellonense va mucho más allá. Dentro de su obra 'Other journeys', por ejemplo, se encuentra 'Colegio público', donde Pilar Beltrán analiza los cambios que acontecen en la sociedad actual. Estas modificaciones se reflejan en las clases de los colegios, donde los niños aprenden desde pequeños a convivir. La multiculturalidad, tan presente en las aulas, reflejan el avance de la sociedad y muestran que las amistades entre niños van más allá del color de la piel, del idioma que hablen en sus casas o de su religión.

Pero si algo impacta de sobre manera entre las obras de esta artista es la pieza 'Ciclos' (en la imagen) de su exposición 'Madres e hijos'. En ella intercala nueve imágenes de ecografías con fotografías de tumbas donde están enterradas las madres y sus hijos. Una auténtica reflexión sobre el pasado y el futuro. Lo que fue y lo que será.

Emeli Sandé, la 'otra' Adele.

Fueron apenas seis canciones pero desde que se subió al escenario y arrancaron los primeros acordes de 'Daddy', Emeli Sandé no dejó indiferente a nadie. La escocesa de 24 años era una de las invitadas de Beefeater en su gira London Sessions junto a Baxter Dury y The Kooks en la 'catedral' del flamenco madrileño por excelencia, El Corral de la Pacheca.

Personalmente no conocía a esta chica que, desde que subió al escenario se comió al público que con Baxter Dury había permanecido más bien apurando las copas de ginebra. Emeli Sandé demostró porque ha conseguido arrebatarle los primeros puestos de las listas de éxitos británicas a la mismísima Adele. Y aquí viene la paradoja, cuando comenzó su carrera musical utilizaba su nombre real: Adele Emeli Sandé pero cuando surgió el 'boom' Adele, según explicó el año pasado, abandonó el primero y pasó a llamarse simplemente Emeli Sandé.

Comenzó escribiendo canciones a artistas tan conocidos como Alesha Dixon, Chipmunk o Tinie Tempah pero no fue hasta agosto de 2011 cuando la cantante escocesa publicó su primer single 'Heaven', que podemos escuchar en su disco 'Our version of Events'. Este año ha sido la ganadora del Critic's Choice de los Brit Awards y lo que le queda.

Porque, como pudimos apreciar los apenas 500 invitados que tuvimos acceso anoche a su primera actuación en España, su fuerza sobre el escenario y, por supuesto, su voz que pone la piel de gallina, va a convertirse en la nueva voz británica.

Compone al piano. De hecho, todo comenzó porque su hermana envió a un concurso de la BBC un vídeo de Emeli Sandé tocándolo. Lo ganó, por supuesto. Y, gracias en parte a aquello, ha conseguido grabar un disco y que su nombre suene en las listas de éxitos británicas, colocándose en el número 1. Aquí su vídeo de 'Next to me', con ella al piano.







miércoles, 29 de febrero de 2012

João Leonardo: El arte de la adicción


Arrancamos el primer post, sin tener en cuenta el de 'presentación', con un artista que, personalmente no conocía pero del que estaré pendiente a partir de ahora. Hablo de João Leonardo (Odemira, Portugal, 1974), a quién descubrí en la Feria Internacional de Arte Contemporáneo ARCOmadrid de la mano de la Galería 111 (Lisboa), evento al que pudimos asistir por cortesía de Quartoymitad.

Las obras de João Leonardo forman parte de su exposición One Hundred and Six Columns, Four Heads and One Table (106 columnas, cuatro cabezas y una mesa), realizada a partir de colillas y filtros de tabaco. Una oda a los desechos. Según ha explicado el propio artista, él mismo se pasó un año entero recogiendo colillas de las calles de Bamberg (Alemania) durante su estancia en la residencia artística Villa Concordia. Pero no sólo se trata de piezas realizadas con lo que los demás consideran basura, lo curioso es que este artista portugués ha convertido su adicción en arte, porque él también fuma. ¿Qué mejor manera de conseguir que esta afición mortal le compense que haciendo que sea la base de su trabajo?


Llaman la atención los bustos que crea a partir de colillas. Pero el artista portugués también presenta en su exposición cuadros realizados con los filtros, el papel e, incluso, dibujos con nicotina líquida extraída de las propias colillas. Todas sus obras están organizadas y separadas por materiales.
João Leonardo ya no sólo separa por el tipo de residuo sino que también divide entre colillas de tabaco negro y rubio (las primeras son blancas y las segundas naranjas) con las que luego realiza dibujos en cuadros.

La primera obra de este tipo que João Leonardo realizó fue Calendario #1, un conjunto de 10 cuadros en los que muestra 3.600 paquetes de tabaco vacíos. A partir de ahí todo fue dejarse llevar. El portugués utiliza absolutamente todo de los restos de tabaco. Por ejemplo, su obra Untitled (cigarrette paper collection #2) está realizada con la parte inmediatamente superior al filtro (donde llevan escritos el nombre de la marca). Así, João Leonardo ha convertido en arte los residuos considerados por la inmensa mayoría como los de categoría más baja (con permiso de los chicles): las colillas de cigarrillos.

Pero además de los bustos o los cuadros realizados con colillas, el artista ha querido ir más allá con la última parte de la muestra,
The Table. A través de su mesa de trabajo, el artista permite que el espectador conozca de primera mano cómo es su trabajo. Un pequeño laboratorio lleno de filtros, papeles de fumar y ceniza, el entorno diario de cualquier fumador al descubierto, como si estuviera sobre una mesa forense pero con fuerte olor a cenicero. Aunque en esta ocasión, en vez de ser la muerte quién está presente, por única vez, el tabaco es el arte.

En realidad, esta muestra artística también es un reflejo de la muerte, inevitable para todos pero, mucho más cercana para los fumadores habituales. Pero no sólo eso, con su obra, el portugués muestra tanto los residuos que produce este adictivo placer pero también provoca que el visitante aprecie la cantidad de dinero invertido en este particular hábito social.

En esta exposición el espectador está rodeado de las consecuencias de encenderse un cigarro y puede apreciar la forma en la que el fumador, desde que se enciende el primer cigarro ya no puede controlar su vida ni su muerte. Porque, desde ese momento, es el tabaco el que manda.

Pero estos no son los únicos residuos que
João Leonardo utiliza para sus obras. El portugués también firma White Cube, una particular pieza escultórica formada por una caja refrigerada donde ha guardado su propio semen. Pero esta historia merece un post aparte.


3, 2, 1... comenzamos.

29 de febrero de 2012. Bisiesto, algo que no volverá a repetirse en cuatro años, así que no hay mejor manera de aprovechar este día 'regalado' para introducirnos un poco más en la cultura.

Así empieza este nuevo blog en el que se tratarán temas relacionados con las siete artes clásicas. Desde el cine hasta la música o la escultura pasando, como no, por la arquitectura, la pintura, el teatro o la literatura. El arte, en general, tan importante para poder vivir, que nos aleja de esa realidad que día a día nos machaca un poco más. Un paseo por el Reina Sofía logra transformar un día triste, un concierto en alguna de las salas de Madrid puede hacernos olvidar la estresada mañana de trabajo o, simplemente, la lectura de un buen libro nos traslada en el tiempo, por sólo poner unos ejemplos.

Porque ya lo dijo el escritor alemán Jean Paul Richter, 'El arte verdaderamente no es el pan, pero sí el vino de la vida'.