lunes, 4 de marzo de 2013

¡Qué buena persona era!

Todos los muertos eran buenas personas. Cada vez que alguien famoso muere 'salen' todos sus fans por todos lados. El problema de las redes sociales, en especial Twitter, es que todos opinan sobre todo con mucha facilidad. Igual que cuando gana la Selección de fútbol o de baloncesto, que todos son grandes amantes de dicho deporte 'desde siempre'. Pues lo mismo ocurre con los muertos.

Cuando falleció Manuel Mota (director creativo de Pronovias) resulta que muchas de las personas a las que sigo eran seguidoras absolutas de su obra (ninguna casada, por cierto). Cosas que sorprenden pero que es intrínseco al ser humano. Si muere un futbolista de un equipo de fútbol de Kuala Lumpur, siempre hay alguien que 'lamenta' mucho su pérdida en las redes sociales, porque 'le encantaba, de siempre' su técnica de juego o su forma de lanzar el balón.

En serio, esto ocurre. Bueno, ha ocurrido siempre. Pero es que con Facebook y Twitter, todo esto se agranda. Todos opinan sobre todo y lamentan la muerte de absolutamente todos. También, porque con Internet, cada vez es más fácil enterarse de la muerte de alguien y, al momento, escribir, 'Qué pena, se ha muerto Fulanito, con lo mucho que me gustaba'. (Esto último se puede cambiar por 'con todos los libros que me he leído suyos' -sin haber abierto nunca un libro-, 'me encantaban sus canciones' o cualquier otra tontería similar).

Así somos. Hablamos bien de las personas sólo cuando están muertas. Mientras que están vivas, que es cuando hay que demostrarles a las personas cuánto las admiramos, nos dedicamos a 'pasar' de ellas: no compramos sus libros, ni sus discos, ni vemos sus películas... Pero, oye, una vez se ha muerto, '¡qué buena persona era!'.

Así ocurre incluso con las ventas de sus propios productos. El disco 'Black to black' (maraviloso, por cierto), por ejemplo, de Amy Winehouse, aumentó considerablemente las ventas tras la muerte de la cantante británica. Pero, mientras ella estaba viva, todo eran gritos y pitidos en sus conciertos (doy fe de ello).

Este fin de semana, sin ir más lejos, ha fallecido Tony Ronald ('Help!, ayúdame) y Pepe Sancho. En cuestión de minutos todo mi timeline de Twitter se llenó de mensajes de condolencia, aludiendo a las grandes series del genial actor español, por ejemplo. También La Sexta cambió rápidamente su parrilla y programó para esa misma noche la serie 'Crematorio' pero, ¿y mientras estaba vivo? A lo único que se dedicaban las cadenas era a perseguir a ese hombre 'alcachofa' en mano por las calles (aún recuerdo el famoso vídeo saliendo del aeropuerto de Barajas mientras calificaba de 'basura' a todas las cadenas de televisión).

Ley de vida. Esperar a que mueras para que tu trabajo sea bien considerado y que te conviertas, de la noche a la mañana en 'la persona más maravillosa del mundo'. Y ocurre con todos. También con María Asquerino, que, según me enteré tras su muerte, que estaba muy sola o, al menos, más sola de lo que ella se esperaba que iba a estar y que, poco antes, había aparecido en el programa de televisión 'Sálvame' explicando que estaba arruinada. Una lástima. Una pena terminar la vida de esta manera, sabiendo que al poco tiempo todos van a hablar de ti lo bien que no han hablado durante tu vida. Y, lo peor, que se regocijaran de ello.


No hay comentarios:

Publicar un comentario